El CMF (Color, Material, Finish) es la disciplina que traduce una idea en experiencia sensorial: cómo se ve, cómo se toca y cómo envejece un coche. Determina calidad percibida, confort térmico, ergonomía, seguridad (agarre, legibilidad) y, cada vez más, sostenibilidad y circularidad. En un contexto de regulación más estricta y clientes informados, el CMF se ha convertido en un eje estratégico de producto. Hoy analizamos el proceso completo, desde el moodboard hasta la industrialización, con pruebas, normativas y tendencias 2025–2030 que están reescribiendo el manual del interior y el exterior.
¿Qué es el CMF?
En diseño de producto —y muy especialmente en automoción— el CMF (Color, Material, Finish) es la capa que convierte una buena ingeniería en una experiencia que apetece tocar y mirar cada día. Hablamos de cómo se ve, cómo se siente y cómo envejece un objeto: desde la temperatura visual de un tono grafito hasta el grano que mejora el agarre de un mando, pasando por el satinado que controla reflejos en un salpicadero. Si la función y la arquitectura resuelven el “cómo se usa”, el CMF responde al “cómo te hace sentir”, impactando en calidad percibida, ergonomía, mantenimiento y, cada vez más, en sostenibilidad.
Desglosado, Color es identidad y psicología aplicada: crea reconocimiento de marca y orienta decisiones de compra. Material es durabilidad y tacto: vidrio y metal transmiten precisión; lana, madera o microfibras bien ejecutadas aportan calidez y confort. Acabado es el tratamiento que define la lectura final —mate, brillo, textura— y protege frente a arañazos, corrosión o manchas, algo clave en automoción. Por eso el CMF no trata de maquillar un coche, sino de crear una estrategia que optimiza costes (un buen acabado eleva un material asequible), habilita elecciones responsables (reciclados, bajas emisiones) y, sobre todo, genera conexión emocional con quien conduce.
Concepto y selección de materiales
Todo arranca con una visión. El equipo de CMF destila la identidad de marca en un moodboard de referencias (arquitectura, moda, pigmentos, tejidos, procesos) que sirve de brief táctil para alinear exterior, interior, HMI y marketing. A partir de ahí se arma una paleta por capas: base para volúmenes, texturas funcionales (antideslizantes, anti-glare), acento (costuras, inserciones) y familia de acabados coherente con la luz del habitáculo. Se valida con maquetas y CMF rigs que simulan puertas y consolas bajo luz real para ajustar reflejos, brillos y huella dactilar.
En CMF se toman decisiones sistémicas buscando una huella de carbono baja, o un origen interesante (biobasado, reciclado, trazado), y seguridad en la pintura. Esta transparencia y busqueda de mejores materiales empuja a obtener tejidos monomaterial, recubrimientos al agua y microtexturas que sustituyen barnices gruesos. En costes, el CMF construye arquitecturas de gama: base robusta bien ejecutada; niveles aspiracionales con microfibras prémium, maderas de poro abierto o metal auténtico en puntos de contacto; y packs regionales adaptados a clima y gustos. Clave: menos piezas, mejores materiales.
La colaboración con proveedores es temprana: se igualan masterbatches entre polímeros para evitar “arcoíris”, se especifican granos grabados con profundidad real y se fijan brillos y Delta E máximos entre lotes. En inserciones, prima la honestidad material: si parece metal, que sea metal; si es madera, que muestre veta sin barniz espejo.
Ensayos y validación: que la belleza sobreviva
El CMF se verifica en banco y en coche. Se controlan olor y emisiones (VOCs, fogging), y se simula el envejecimiento: UV/xenón para solidez de color, abrasión (Taber/Martindale) en telas y recubrimientos, rayado en lacas brillo, manchado (café, tinta, crema solar), hot print y delaminación en laminados. En cuero, fricción húmeda/seca; en cromados, corrosión. La validación termina en carro rodante: luz rasant para detectar piel de naranja, baches para oír crujidos y auditorías eyes-off-road que miden tiempos de mirada. Con el giro regulatorio, la materialidad —texturas, clics, contrastes— vuelve a ser seguridad.
Industrialización: de lo artesanal a la serie
El gran reto es escalar del muleto perfecto al coche 200.000 sin perder consistencia. Tres pilares: tolerancia (ventanas realistas de brillo y grano; sustituir cromo por PVD o pintura efecto metal sin metales pesados), repetibilidad (menos procesos, textura maestra, un solo clearcoat para varias piezas) y reparabilidad (texturas que disimulan micro-rayas, clips accesibles, fundas desmontables). También hay renuncias: el negro piano luce en estudio pero se llena de microarañazos; un aluminio cepillado mal sellado atrapa grasa. La madurez CMF es diseñar para el uso real.
Tendencias 2025–2030
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Trazabilidad y circularidad: pasaportes de materiales, contenido reciclado y rutas de segunda vida; abre re-tapizados y remanufactura.
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Texturas funcionales: micro-óptica anti-reflejos, grip en mandos y “landmarks” táctiles para mirar menos la pantalla.
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Mates técnicos: adiós negro piano; hola satín estable con hardcoats y PVD de baja reflectancia.
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Alternativas a PFAS y cromos: DWR sin flúor, poliuretanos al agua y metalizados físicos.
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HMI esencialista: botones para lo crítico, pantalla para lo contextual; el CMF guía con contraste y relieve.
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Bio-bases honestos: microfibras con granulares propios, maderas de poro abierto, lanas que regulan humedad.
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Color que trabaja: pigmentos que disipan calor, tintas optoelectrónicas discretas y clearcoats anti micro-marring.



